Reinventarse en la Virtualidad
#laColumna sobre Redes, Vínculos y Nosotros.
Un día que tenía mucha hambre entré apresuradamente a un restaurante. Escogí una mesa bien alejada del bullicio, porque quería aprovechar los pocos minutos que tenía ese día y utilizarlos para comer y concretar algunas ideas de programación, de un sistema que estaba desarrollando. Además, tenía ganas de planificar mis vacaciones, que desde hace mucho tiempo no sé lo que son.
Pedí una ensalada y un filete de salmón con alcaparras en manteca, para calmar el hambre voraz que tenía en ese momento.
Abrí mi ordenador portátil y mientras arrancaba el sistema operativo, me llevé un susto con aquella voz bajita detrás de mí:
- Señor, ¿me da algo de dinero?
- No tengo, pequeño.
- Por favor, sólo una moneda para comprar pan.
- Está bien, yo te compro uno.
Para variar, mi cuenta de correo estaba llena de e-mails. Me entretuve leyendo poesías, bonitos mensajes, riendo de esas divertidas bromas, etc. ¡Ahhh! Esa música me trasladaba a México D.F., recordando un hermoso tiempo pasado.
- Señor, pida que le pongan al pan manteca y queso también.
En ese momento, me di cuenta que el pequeño estaba a mi lado.
- Bien, pero después me dejas trabajar, que estoy muy ocupado, ¿de acuerdo?
Llegó mi comida y con ella la realidad. Hago el pedido del pequeño, y el camarero me pregunta si quiero que el niño sea retirado. Mi cargo de conciencia me impide tomar una decisión, y digo:
- No, no pasa nada. Deje que se quede. Traiga el pan y un plato de ternera con patatas fritas para él.
Entonces el niño se sentó frente a mí y preguntó:
- Señor, ¿qué está haciendo?
- Estoy leyendo e-mails.
- Y, ¿que son e-mails?
- Son mensajes electrónicos enviados por personas vía Internet.
Sabía que él no iba a entender nada y para evitar preguntas adicionales le dije:
- Es como si fuese una carta, pero que se envía por Internet en formato electrónico en vez de echarla al buzón del correo postal.
- Señor, ¿usted tiene Internet?
- Sí que tengo, es esencial en el mundo actual.
- Y ¿qué es Internet, señor?
- Es un lugar en la computadora donde podemos ver y oír muchas cosas, como por ejemplo noticias, música, conocer a otras personas, leer, escribir, trabajar, aprender. Tiene de todo, pero en un mundo virtual.
- Y ¿qué es lo virtual, señor?
Decido dar una explicación simplificada, con la certeza de que él poco va a entender, y me va a permitir comer mi almuerzo con tranquilidad.
- Virtual es un lugar que imaginamos, algo que no podemos tocar, alcanzar. Un lugar en el que creamos un montón de cosas que nos gustaría hacer. Creamos nuestras fantasías, transformamos el mundo en casi como quisiéremos que fuese.
- ¡Qué bueno! ¡Me gusta!
- Pequeño, ¿entonces has entendido lo que es virtual?
- Sí señor, yo también vivo en este mundo virtual.
- ¿Y tú tienes ordenador?
- No, ¡pero mi mundo también es de ese estilo, virtual! Mi madre pasa todo el día fuera, llega muy tarde y casi que no la veo. Yo me paso horas cuidando a mi hermano pequeño que vive llorando de hambre, y muchas veces le doy agua para que él piense que es sopa. Mi hermana mayor sale todo el día, dice que va a vender su cuerpo, más yo no entiendo, pues ella vuelve siempre con su cuerpo. Mi padre está en la cárcel desde hace mucho tiempo. Y yo siempre imagino a toda la familia junta en casa, mucha comida, muchos juguetes en Navidad, y yo yendo a la escuela para ser un gran médico algún día. ¿Esto no es virtual, señor?
Cerré mi ordenador portátil, no antes de que mis lágrimas cayeran sobre el teclado.
Esperé a que el niño terminase literalmente de "devorar" su plato, pagué la cuenta y le di el cambio al pequeño, quien me lo retribuyó con una de las más bellas y sinceras sonrisas que jamás había recibido en mi vida. Y además con un "¡Gracias señor, usted es un maestro!".
Ahí, en ese instante, tuve la mayor prueba del virtualismo insensato en que vivimos todos los días, en cuanto a la cruel realidad rodeada de verdad, que hacemos como si no la percibiéramos.
Fuente: https://webcatolicodejavier.org/virtual.html
Crecimiento exponencial pero... Sería tonto o necio negar el tremendo avance que ha tenido la tecnología a lo largo de la historia del hombre. En el Siglo XX esto se ha ido representando de forma exponencial, es decir, algo que en principio era poco o nada y cuando llegamos a la actualidad (pleno Siglo XXI) no podemos parar de asombrarnos por todo lo que hay, desde la cantidad de aplicaciones que existen y que podemos tener al alcance de la mano con distintos dispositivos (desde el teléfono hasta la computadora pasando por otros más) hasta la cantidad de redes sociales existentes. Hay para todo: para buscar videos, para escuchar música, para ubicarse en un mapa y llegar a un lugar, para mandar mensajes y llamar "gratis", para leer, para buscar pareja, para buscar amigos...para casi todo lo que podamos imaginarnos en nuestra cabeza, hay una aplicación que podemos usar o una red social con la cual interactuar. Sin embargo, esto tiene una "pequeña" desventaja: nos inserta en una "realidad virtual". No aquella que se define como "aquel entorno informático que representa, de manera2 digital, algo que simula ser real", sino en la que la definió muy bien el protagonista de nuestro cuento: lugar que imaginamos, algo que no podemos tocar, alcanzar. Un lugar en el que creamos un montón de cosas que nos gustaría hacer. Creamos nuestras fantasías, transformamos el mundo en casi como quisiéramos que fuese". No sé si antes era más fácil o no inventarse ese mundo. Hoy estoy plenamente convencido de que, junto al avance pleno de la tecnología tanto en hardware como en software, y a la cada vez pérdida de identidad y a la regularidad de la inestabilidad, es muy sencillo crear un "mundo virtual". Ése no es el principal problema. El tema es que muchos "mundos virtuales" provocan la existencia del "virtualismo" que hace que cada uno se cierre en su propia "burbuja" y no vea lo que es la realidad que lo rodea. Esa que pasa por nuestros sentidos pero que por nuestro ritmo de vida acelerado, que no nos permite, a veces veces ni siquiera respirar, tampoco permite mirar el alrededor nuestro. Inclusive, nos sentimos desconocidos en nuestra "zona de confort" y nos centramos a una pantalla, que parece tener la solución a nuestros problemas.
Ir más allá. Uno puede preguntar: ¿por qué pasa esto? Hay muchas causas: desde la creciente cultura de lo inestable hasta la necesidad (sí, gran necesidad) de la trascendencia, pasando por la también necesidad de comunicarnos. Pero esto es sentido común en el fondo: si uno quiere comprar algo, lo compra. Son dos: el vendedor y el comprador. El primero no sirve si el segundo no compra. Las redes están hechas para usarlas, pero no de cualquier forma: es depende la utilidad que nosotros les demos. Puede ser de uso personal, comunitario, servicial, para brindar o recibir información, para espiar a las personas, para seguirlas y monitorearlas... es decir, para lo que se nos ocurra. El ser humano tiene esa capacidad que ningún ser vivo tiene, que es el de aplicar y amoldar las cosas a su modo, tanto de buena manera como de mala. Voy a contar brevemente mi pequeña experiencia. Yo hace 6 años que no tengo un celular de los modernos. Apenas tenía Facebook y usaba la computadora. Era la única forma de comunicarme con el resto de las personas (aparte del teléfono de línea y el celular si andaba bien, y bueno, el contacto personal). Durante los 6 años he convivido con el mundo de la tecnología desde todo punto de vista desde afuera: charlas con compañeros y ellos con el celular, también viendo cómo jugaban sus juegos, ellos con los chats de Whatsapp...en fin, la tecnología en carne viva. Encima tenía que convivir con la cuestión de que el otro estaba con el celular y a la vez que escuche lo que le trataba de decir. Pero en el fondo sabemos (aunque nos queramos hacer los que podemos hacer todo) que no escuchamos en su plenitud al otro. Esto es experiencia pura. Prefiero ser frontal y decir: "mirá, no te atiendo ahora que estoy con otras cosas" que tratar de jugar al "todo lo puedo". O siempre durante estos años (y muchos nunca lo entendieron) siempre preferí el contacto personal, el tener a la otra persona frente a frente. Es decir, pasa por ir más allá, salir de la comodidad. No es lo más cómodo del mundo decirle al otro lo que sentís y pensás de él, pero lo bueno no siempre viene en un paquete lindo. Y pienso que después uno termina agradeciendo la frontalidad y la sinceridad. Y hoy teniendo otro celular y metido un poco más en las redes sociales, sigo criticando y cuestionando las formas con que las redes sociales terminan siendo excesivamente importantes a tal punto que ocupan un centro en nuestra vida. Pero no es por culpa de ellas: es nuestra porque nosotros como sociedad les damos ese papel excesivo, y las tenemos pegadas a nuestro cuerpo como si fueran una parte del mismo. Además, la búsqueda de "momentos" y no de "alegrías" genera una búsqueda sin fin de una vida "virtual".
¿Qué hacer? Buscar el sentido que les queramos dar a las redes, o sea, el para qué de ellas, lo que nos obliga a reinventarnos en nuestra vida para no irnos a ningún extremo. Encontrar el equilibrio cuesta pero la responsabilidad es pura y exclusivamente nuestra. A veces, ser contra-cíclicos al mundo no es decir que ninguna red social sirve o que "son del demonio", sino que es saber estar en el centro, no poniéndolas a ellas como lo principal de nuestra vida. Tienen que ser como la "idea secundaria" de un texto: ella lo acompaña y lo ilustra sin ser determinante. O sea, algo que se puede sacar y sigue teniendo sentido. Nuestra vida tendría que tener sentido sin las redes sociales.
Por eso, querido lector, le planteo lo siguiente: el "mundo virtual" parece lindo e ideal, pero tarde o temprano se debe afrontar la realidad nuestra de cada día. Y creo que no vamos a poder hacerlo sentados o parados mirando una pantalla. Si piensa eso, le sugiero algo: relea el cuento del comienzo. Si alguien tan ocupado en su vida se puso a llorar por lo que contaba el chico, creo que a usted se le puede caer una lágrima. Si es así o si la conciencia se ve afectada, deje el celular un momento, porque puede ser que el muchacho del cuento esté más cerca de lo que usted cree.
Buen domingo para todos
Gustavo Bustos